Un silencio fúnebre reina en el lugar. La mala hierba disputa palmo a palmo cada uno de los espacios de una pequeña refinería, mientras metros más abajo yacen los restos de los que alguna vez fueron los vehículos de la estatal petrolera.
Galpones herméticamente cerrados, plaquetas recordatorias que intentan dejar huella de las glorias de la empresa y una vieja torre hacen parte de lo que hoy es un monumento a la otrora capital petrolera del país, Camiri.
Hace más de dos años que dejó de sonar el pito que anunciaba el ingreso y la salida de los trabajadores de la planta de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Hasta entonces, la vida de todo el poblado giraba en torno a la explotación del crudo. La empresa estatal tenía instalado en el lugar un centro que prestaba servicios a todos los campamentos asentados en la región chaqueña. Yacimientos transfirió la actividad productiva al sector privado. La compañía se achicó hasta llegar al borde de la desaparición. Ya no eran útiles las respuestas que Camiri había encontrado hasta entonces. Las preguntas eran otras. Como en la época de la relocalización minera, camiones cargados de muebles salían del lugar. Era el momento en que muchos de los ex trabajadores petroleros iniciaban las labores de exploración del destino de sus propias vidas. El silencio pareció apoderarse entonces de la capital de la provincia Cordillera, del departamento de Santa Cruz. Jubilados y maestros pasaron a ser los sectores más importantes de la economía de la pequeña ciudad. Hoy, la resaca de la borrachera petrolera que vivió Camiri comienza a ser superada.
La búsqueda está dando sus frutos. Las reservas de la esperanza han sido encontradas. La población chaqueña no quiere ser más la capital petrolera del país, así sean descubiertos nuevos yacimientos en su territorio. La lección fue dura. Le enseñó que nunca debió quedarse de brazos cruzados. La riqueza del momento le había impedido ver el futuro. Camiri se encuentra en el centro del Chaco boliviano y está decidida a aprovechar esa inmejorable ubicación. Tiene previsto convertirse en una ciudad prestadora de servicios educativos y turísticos para toda la región.
Tres universidades han iniciado labores en el lugar, mientras que para el año próximo se anuncia el funcionamiento de un centro de formación de técnicos superiores. La nación guaraní que aún habita en la zona, las rutas del Che Guevara y la Guerra del Chaco son las vetas que se piensa explotar para atraer flujos turísticos. Las reservas de piedra caliza, la producción de maíz y la mano de obra calificada en el rubro de la metal-mecánica que dejó la estatal petrolera podrían permitir explotar mejor el potencial que tiene la zona. Ajenos a las preocupaciones de sus mayores, decenas de niños y adolescentes se encuentran concentrados en la plaza principal. La risa y los gritos de los menores se mezclan con el chillido estridente que despedían los columpios, instalados en la parte central del paseo, al ser empujados por los niños. Y es que a pesar de todo la ciudad chaqueña viste pantalones cortos. En todas las calles del centro poblado es posible advertir la presencia de adolescentes.
"Camiri es muy lindo. Fuentes de trabajo es lo único que nos falta, después, todos estamos bien aquí", confiesa Don Celestino Villarroel, mientras hace silvar el poro, un chaqueñazo que se resiste a abandonar el terruño donde crió a sus changos. La verdad es que Camiri es churo, con su gente, su rio, sus cerros, el calor y la tranquilidad que uno experimenta cuando esta en Camiri una tarde de esas que no sopla el viento y con el agua del Parapeti hasta el cuello uno ve atardecer...
Galpones herméticamente cerrados, plaquetas recordatorias que intentan dejar huella de las glorias de la empresa y una vieja torre hacen parte de lo que hoy es un monumento a la otrora capital petrolera del país, Camiri.
Hace más de dos años que dejó de sonar el pito que anunciaba el ingreso y la salida de los trabajadores de la planta de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Hasta entonces, la vida de todo el poblado giraba en torno a la explotación del crudo. La empresa estatal tenía instalado en el lugar un centro que prestaba servicios a todos los campamentos asentados en la región chaqueña. Yacimientos transfirió la actividad productiva al sector privado. La compañía se achicó hasta llegar al borde de la desaparición. Ya no eran útiles las respuestas que Camiri había encontrado hasta entonces. Las preguntas eran otras. Como en la época de la relocalización minera, camiones cargados de muebles salían del lugar. Era el momento en que muchos de los ex trabajadores petroleros iniciaban las labores de exploración del destino de sus propias vidas. El silencio pareció apoderarse entonces de la capital de la provincia Cordillera, del departamento de Santa Cruz. Jubilados y maestros pasaron a ser los sectores más importantes de la economía de la pequeña ciudad. Hoy, la resaca de la borrachera petrolera que vivió Camiri comienza a ser superada.
La búsqueda está dando sus frutos. Las reservas de la esperanza han sido encontradas. La población chaqueña no quiere ser más la capital petrolera del país, así sean descubiertos nuevos yacimientos en su territorio. La lección fue dura. Le enseñó que nunca debió quedarse de brazos cruzados. La riqueza del momento le había impedido ver el futuro. Camiri se encuentra en el centro del Chaco boliviano y está decidida a aprovechar esa inmejorable ubicación. Tiene previsto convertirse en una ciudad prestadora de servicios educativos y turísticos para toda la región.
Tres universidades han iniciado labores en el lugar, mientras que para el año próximo se anuncia el funcionamiento de un centro de formación de técnicos superiores. La nación guaraní que aún habita en la zona, las rutas del Che Guevara y la Guerra del Chaco son las vetas que se piensa explotar para atraer flujos turísticos. Las reservas de piedra caliza, la producción de maíz y la mano de obra calificada en el rubro de la metal-mecánica que dejó la estatal petrolera podrían permitir explotar mejor el potencial que tiene la zona. Ajenos a las preocupaciones de sus mayores, decenas de niños y adolescentes se encuentran concentrados en la plaza principal. La risa y los gritos de los menores se mezclan con el chillido estridente que despedían los columpios, instalados en la parte central del paseo, al ser empujados por los niños. Y es que a pesar de todo la ciudad chaqueña viste pantalones cortos. En todas las calles del centro poblado es posible advertir la presencia de adolescentes.
"Camiri es muy lindo. Fuentes de trabajo es lo único que nos falta, después, todos estamos bien aquí", confiesa Don Celestino Villarroel, mientras hace silvar el poro, un chaqueñazo que se resiste a abandonar el terruño donde crió a sus changos. La verdad es que Camiri es churo, con su gente, su rio, sus cerros, el calor y la tranquilidad que uno experimenta cuando esta en Camiri una tarde de esas que no sopla el viento y con el agua del Parapeti hasta el cuello uno ve atardecer...
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